Somos pobres, tontos e mafiosos
22 de Agosto 2006 - Enviado por gaitomano a: Crítica,NovasTrackback
Aunque muchos de nuestros intelectuales ya lo sospechaban, la ministra de Medio Ambiente acaba de confirmar que la culpa de la última oleada de incendios corresponde -casi en exclusiva- a los propios gallegos. Por tontos, por pobres y por mafiosos. | ANXEL VENCE
Aunque muchos de nuestros intelectuales ya lo sospechaban, la ministra de Medio Ambiente acaba de confirmar que la culpa de la última oleada de incendios corresponde -casi en exclusiva- a los propios gallegos. Por tontos, por pobres y por mafiosos.
Galicia es, según la autorizada opinión de Cristina Narbona, una “sociedad muy caciquil, muy rural” en la que la “pobreza y la desinformación” se juntan para establecer una “ley del silencio” que favorecería a quienes prenden fuego al monte. Aterrorizados por la mafia incendiaria, los pobres e incultos paisanos tendrían miedo a denunciar las “tramas organizadas” a las que la locuaz responsable del Medio Ambiente atribuyó en un principio -para luego desdecirse- la causa del fuego. Y es que los gallegos “le tienen miedo a su propia debilidad”, de acuerdo con el fino diagnóstico de la ministra.
Narbona es ministra por el tercio (ahora mitad) de la sección femenina, pero no será uno quien cuestione el método de elección de los miembros y miembras del Gobierno en España e incluso en Galicia. Sólo un misógino se atrevería a decir que los actuales Consejos de Ministros/as se constituyen en función de lo que sus integrantes tengan entre las piernas y no, como parecería lógico, en la cabeza.
Mucho más desinhibida a la hora de expeler opiniones, la ministra no duda en retratar a la generalidad de los gallegos como un pueblo sometido a la férula de los caciques, mayoritariamente rural, carente de información y un tanto siciliano a resultas de todo lo anterior.
Probablemente sería inútil recordar que la población ocupada en tareas del campo representa a estas alturas de siglo una parte mínima -por no decir residual- de este país de amplia mayoría urbana que hoy es Galicia. Pero tampoco vamos a pararnos en detalles estadísticos sin importancia.
Si acaso, Narbona debiera meditar cómo es posible que una tierra de paisanos ignorantes en la que reina el caciquismo haya propiciado -indirectamente- la elección de un gobierno tan de izquierdas, progresista, paritario, chachi y guay como el que ahora administra el país.
Aunque vagamente injuriosas para los gallegos, las tesis de la ministra serían tan discutibles como cualesquiera otras, de no ser porque incurren en la generalización. Hablar de “los gallegos” así, en abstracto, invita a responder lo mismo que el irlandés George Bernard Shaw cuando le preguntaron su opinión sobre los ingleses. “No sé qué decirle”, contestó el escritor: “No los conozco a todos”.
Narbona parece conocer a todos los gallegos, y eso dice mucho y bien de la vastedad de su cultura. El peligro, como ya se dijo, está en la generalización. Imaginemos, por ejemplo, que alguien sostuviese la opinión de que “todos los políticos son unos chorizos” a partir de hechos tan irrefutables como el encarcelamiento del gobernador del Banco de España, el director general de la Guardia Civil, un antiguo ministro del Interior, la directora del BOE y hasta la presidenta de la Cruz Roja bajo un anterior gobierno del que tal vez la ministra guarde alguna noticia.
Naturalmente, el sentido común invitaría a pensar que se trata de hechos aislados y en modo alguno conviene criminalizar a todo un gremio por las fechorías que pudieran haber cometido unos cuántos -o incluso muchos- de sus miembros.
Algo de razón lleva sin embargo la ministra, cuando atribuye la causa de los incendios a la desinformación, la debilidad, el subdesarrollo y, en suma, la tontera de los galaicos. La prueba es que aquí -a diferencia de lo que ocurriría en Cataluña o Euskadi- nadie ha dicho ni pío. Y el que calla, otorga.
Como quiera que sea, está claro que el pueblo gallego no ha estado a la altura de lo que el Gobierno esperaba de él; y por tanto parece justo que la autoridad competente lo destituya para cambiarlo por otro más culto y razonable. Salvo que la ministra Narbona decida echarnos de España, que también pudiera ser.
Fonte: Faro de Vigo
Comentarios
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